Esta reconversión se instrumenta a través de unas estrategias que se dividen en tres grandes categorías: la descarbonización
en todas las operaciones de la cadena de valor, desde la actividad de exploración hasta la comercialización final de los combustibles; la
diversificación hacia energías más limpias, y una reestructuración de la cartera de activos de hidrocarburos, buscando un mayor valor y
una asignación más eficiente del capital empleado. Las empresas de petróleo y gas podrán afrontar con estas estrategias el declive esperado
de la demanda de hidrocarburos y la transición hacia un sistema energético de baja intensidad en carbono